«Debemos aprender lo que hemos de pedir, como nos lo
enseña el capítulo del Evangelio en que el Señor nos infundió gran confianza al
decirnos: “Pedid y recibiréis” [Lc 11, 9]. […]. De
ahí procede el amonestaros a que cuando oréis no pidáis ni busquéis ni llaméis
a la puerta por riquezas como si fueran un gran bien. Quien llama desea entrar.
La puerta por donde entrar es estrecha. ¿Por qué vas cargado con tantas cosas?
Debes, pues, enviar delante de ti tu equipaje para poder entrar con facilidad,
aligerado de peso, por la puerta estrecha. No pidáis al Señor riquezas como si
se tratase de algo extraordinario. ¿Por qué temes que al tener poco no vas a
poder comprar aquella posesión? ¿No te dije que su valor es igual a lo que tú
tienes? Si nada tuvieres, tú serás su precio; en efecto, aunque tengas mucho,
no la comprarás si no te das también tú mismo por ella».
( De los escritos de san Agustín (Sermón 105, 2)
Pretendemos
dar pautas y profundizar en la dimensión
bíblica de la Oración. Con ello completaremos otros lugares en Internet de
nuestras Asociaciones. Estos lugares los encontrareis recomendados en distintos
sitios y concretamente en el apartado ENLACES de esta web.
"El cardenal de Londres
(Hume) vio entrar a un niño en la catedral.
Vio cómo iba de un lado para
otro, se ponía de rodillas, se levantaba,
marchaba a otro lugar, y hacía lo mismo.
Cuando ya salía hacia la
calle, el cardenal fue a su encuentro y
le preguntó qué había estado haciendo.
El niño respondió: Le he
dicho a Dios que le amo
desde 42 sitios distintos"
(Cabodevilla,
Hacerse como niños, BAC, 1994, p.264)
Expresar
nuestra actitud orante a Dios, a DIOS PADRE, es complejo, lo abordaremos desde
varias perspectivas:
En
este caso:
Desde
la tradición Bíblica, que sugiere un volver al origen fontal de la revelación de DIOS PADRE: el Evangelio y desde
ahí, escuchar y estudiar el interior de Jesús, rostro y palabra del PADRE: "El
que me ha visto a mí, ha visto al Padre" (Jn.. 14, 9), e iniciar ese
PEREGRINAR HACIA EL PADRE, hacia la casa del PADRE, hacia la casa de la
FAMILIA:
"Peregrinación
que afecta a lo íntimo de la persona, prolongándose después a la comunidad
creyente para alcanzar la humanidad entera".
Por
ello tendremos en cuenta nuestra realidad personal desde:
*
Desde la Psicología, ciencia del siglo XX, plenamente instaurada en el XXI, que
en una cultura occidental racionalista da pautas de la intimidad del ser humano..
*
Desde la Psicología Religiosa, en cuanto a su objeto de estudio: el hecho
religioso y la respuesta religiosa del hombre en el mundo de la naturaleza y de
la cultura. "El hombre no es el espacio vacío en el que resuena la Palabra
y al que desciende la gracia, sino que, en las operaciones subjetivas del
hombre, DIOS EN SÍ SE HACE DIOS PARA ÉL" .
Al
inicio de esta reflexión sobre el creyente como ORANTE -persona en oración
desde la escucha de la PALABRA- se nos despiertan siempre sentimientos
múltiples y de contraste (la impotencia, la angustia, el gozo, la plenitud, la
incertidumbre, la oscuridad y la luz... )
"Tened mucho cuidado de
vosotros mismos; puesto que no visteis
figura alguna el día en que Yahvéh os hablo en el Horeb de en medio
del fuego, no vayáis a prevaricar y os hagáis alguna escultura de
cualquier representación que sea: figura masculina o femenina,
figura de alguna de las bestias de la tierra, figura de las aves que vuelan
por el cielo, figura de alguno de los reptiles que serpentean por el suelo,
figura
de los peces que hay en las
aguas debajo de la tierra.
Cuando levantes tus ojos al
cielo, cuando veas el sol la luna, las estrellas
y todo el ejército de los cielos , no vayas a dejarte seducir y
te prosternes ante ellos para darles culto.. Eso se lo ha repartido
Yahvéh tu Dios a todos los pueblos que hay debajo del cielo,
pero a vosotros os tomó Yahvéh y os sacó del crisol
del hierro,
de Egipto, para que fueseis el pueblo de su heredad, como lo sois
ahora".
( Deuteronomio 4, 15-20)
Ya
vemos en el primer discurso de Moisés que nos introduce en el análisis de la
"religión de los padres", que el ser humano es interpelado por su
realidad histórica, sus fantasmas del reino individual de lo imaginario y su
contexto sociocultural.
La
revelación de Dios en la religión del Antiguo y Nuevo Testamento será siempre
una religión histórica. De ahí que no es posible una "experiencia de
Dios" en el hombre fuera de un lugar histórico social y cultura.
Esto continua siendo una realidad para nosotros "creyentes
en el siglo XXI".
"En
el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era
Dios" (Jn 1,1).
"Envió a su Hijo, la Palabra eterna, que alumbra a todo hombre, para que
habitara entre los hombres y les contara la intimidad de Dios. Jesucristo,
Palabra hecha carne... habla las palabras de Dios" (DV, 4).
"En darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene
otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más
que hablar" (Juan de la Cruz).
La profesión de fe de la Iglesia: La Palabra era Dios.
La experiencia de la Iglesia: La Palabra se ha hecho carne en Jesús de Nazaret.
En Jesús-Palabra se realiza el proyecto creador de Dios, con el que se abre una
época nueva para la humanidad.
CAER EN LA CUENTA DE QUE SOMOS:
* Oyentes por naturaleza
- El ser humano, desde que nace, es un aprendiz de oyente. Todo el universo
emite señales, el mundo está repleto de sonidos y mensajes. "El día al día
le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra" (Sal 18,3).
- Una imagen entrañable: un niño recién nacido, a quien las palabras de cariño
de los suyos, convierten en oyente. Una tarea de toda la vida: estar siempre
aprendiendo, a la espera de una palabra, "como el centinela aguarda la
aurora" (Sal 129,6).
- El que no oye, no es capaz de hablar, ni de comunicarse, ni de responder a la
palabra.
*Oyentes
por vocación y opción
- El Padre llama al ser humano para que sea oyente de Jesús: "Este es mi
Hijo, el Elegido. Escuchadlo a él" (Lc 9,35).
- En la Iglesia que nace de la Pascua, el Espíritu Santo abre los oídos de los
oyentes para que acojan la buena noticia de la salvación. "Una mujer
llamada Lidia... nos estaba escuchando. El Señor abrió su corazón para que
aceptara las cosas que Pablo decía" (Hch 16,14).
- La decisión es personal, cada uno tiene que optar por ser oyente. ¡"El
que tenga oídos, que oiga!" (Mt 13,9)
- Cada día hay que optar por ello. No debemos acostumbrarnos a la escucha.
"Mirad bien cómo escucháis" (Lc 8,18).
JESÚS NOS DESPIERTA PARA
OIR
- Jesús se sorprende de que muchos tengan oídos y no oigan. La causa es un
corazón embotado (cf. Mt 13, 14-15).
- Jesús va por los caminos abriendo los oídos a los sordos. "¡Epheta! ¡Abrete! Inmediatamente
se le abrieron los oídos" (Mc 7,34-35).
- Jesús se alegra cuando encuentra oyentes de la Palabra: ¡"Dichosos
vuestros oídos porque oyen"! (Mt 13, 16). "Dichosos los que escuchan
la palabra de Dios y la guardan" (Lc 11,28).
- Jesús llama a la puerta del corazón humano para invitarnos a una historia de
amistad: "Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre,
entraré en su casa, cenaré con él y él conmigo" (Ap
3,20).
- Jesús encabeza la marcha de un pueblo de oyentes: "Va delante de las
ovejas, y ellas le siguen, porque conocen su voz" (Jn
10,4).
María oyente de la Palabra.
“María es la Virgen
oyente, que acoge con fe la Palabra de Dios” (Marialis Cultus 17).
En María, imagen de la Iglesia, la
Palabra encuentra acogida. No vuelve a Dios vacía (cf. Is 55,11).
María mantiene un diálogo íntimo con la Palabra que se le ha dado.
“María guardaba todas
estas cosas meditándolas en su corazón” (Lc
2,19).
María deja que la Palabra ocupe todo su espacio interior.
Desde el corazón la Palabra unifica toda su persona.
La Palabra se hace carne en la tierra de una mujer, de una madre. La Palabra se convierte en su palabra, ofrecida gratuitamente al mundo.
María no exige la comprensión
inmediata de la Palabra, porque eso es cerrar el camino a Dios (cf. Lc 2,50).
Y nosotros ¿CÓMO SER OYENTES HOY?
Mirando a Jesús, que tiene palabras de vida. “Pon los ojos sólo en él, porque en él te lo tengo dicho todo y
revelado” (Juan de la Cruz).
Aprendiendo a escuchar a los pobres: En ellos
habla y grita Jesús. “En ningún lugar veréis
una imagen más natural: Jesús sufre en los pobres, languidece, muere de hambre
en infinidad de familias pobres” (Bossuet).
Viviendo de acuerdo con lo que oímos: “El que escucha mis palabras y las pone en práctica se parece a
un hombre sensato que ha construido su casa sobre roca” (Mt 7,
24).
Abriendo los oídos al momento histórico que nos
toca vivir, a los signos de los tiempos, para escuchar “los gozos y esperanzas, las tristezas y las angustias de los
hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres” (Gaudium et Spes, 1) y poder
ofrecer desde ahí un relato de salvación.
Reuniéndonos en comunidad para escuchar juntos la Palabra de Dios (Sacrosanctum Concilium 35.106) y poder después proclamarla. “Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos” (1Jn 1,3).
En
nuestro Movimiento tenemos esta oración comunitaria realidad central, a ella
recurrimos cual pozo que nos proporciona agua para
la vida
eterna.
“Después del silencio, el correr del agua es la música más bella que
existe” (Máxima de los constructores de la Alhambra).
Dos actitudes previas a la actitud orante.
Invoca al Espíritu Creador
El acalla en ti los ruidos del día.
El te coloca junto a la fuente para que
bebas.
El entona en ti la canción del corazón.
Cuando cesan los ruidos, comienza la
canción del corazón.
Se desatan las lenguas del Espíritu y Dios es cercanía en viva voz.
Escucha la Palabra
“El le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó
la lengua. Y mirando al cielo, suspiró y le dijo: Effetá,
esto es: Ábrete. Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de
la lengua y hablaba sin dificultad” (Mc 7,36-37).
No mueras de sed al borde de la fuente.
Dile a Jesús que te abra el oído, para que
puedas comprender el amor de Dios que llega para todos.
La dicha de los oyentes
Dichosos vosotros si esperáis en silencio la llegada de la
Palabra. Ella os renovará día tras día.
Dichosos vosotros si dialogáis en el corazón con la Palabra.
Ella hará nacer en vosotros el amor a Jesús.
Dichosos vosotros si escucháis juntos la Palabra. Ella os convertirá
en pueblo que proclama las maravillas de Dios.
Dichosos vosotros si guardáis la Palabra en el corazón. Ella
os enseñará a orar.
(Boletín Camino a Betania nº 18, págs. 26-29).